Has dedicado tu tiempo
en arrancar minuciosamente las espinas
que adornaban mi desconsuelo.
Sus raíces, ya acomodadas
eran parte del decorado.
Armas puntiagudas en las
que se protegían mis débiles anhelos.
De tus manos emana la sangre.
Gotas espesas de deseo
que escupe mi corazón.